LA FOTOGRAFÍA. MARÍA TERESA SORIANO. Por P.Gea
por admin | Mar 22, 2022 | Literatura |

De aquel día no podía pasar, era preciso afrontar lo inevitable.
Hacía un mes que había muerto mi madre, mi padre estaba (por expreso deseo suyo) en una residencia.
Habíamos tomado la decisión de vender la vivienda, que hasta la muerte de mi madre compartieron los dos.
Eran muchos recuerdos, pero la casa tenía que quedar vacía para que la inmobiliaria se hiciera cargo de su venta.
Como hija única que soy recaía sobre mí el hacer frente a esta situación un tanto dolorosa.
Estaba en la habitación de mis padres ante mí aquella cómoda antigua de madera color nogal, siempre había sabido el gran cariño que le tenía mi madre, era el escaso legado que le quedó de sus padres.
En los cajones, papeles, recibos, facturas, así era ella, ordenada, teniendo un sitio para cada cosa. Entre tanto papeleo me llamó la atención un sobre amarillento por los años, lo abrí y vi una fotografía y una fecha.
Era mi madre, joven y a su lado un hombre de uniforme, joven también, la fecha medio borrada, pero se leía 10 de Enero 1.960. En el reverso una dedicatoria “Amor me queda poco, cuida de nuestra hija” Te quiero Anthony.
Mis manos temblaban, un sudor frío recorrió mi cuerpo, no dejaba de repetir “nuestra hija”; yo había nacido el mes de mayo de 1.959
¿Qué era aquello, quien era ese hombre que estaba en una residencia, al que toda mi vida había llamado padre? ¿Qué misterio encerraba aquella foto? ¿Una infidelidad de mi madre? No, no era capaz de pensar. Y si aquel hombre de la foto era mi padre por qué tanto silencio, por qué ha tenido que llegar esta situación para desenterrar un pasado inexistente para mí.
Aquella tarde tenía previsto visitar a mi padre en la residencia. Necesitaba muchas explicaciones, creyendo que él me las daría

.
Cuando le enseñe la fotografía su rostro se contrajo, un rictus de dolor apareció en su boca.
—Qué pasa padre —insistí—, esto qué quiere decir, ¿Quién es este hombre, acaso tú no eres mi verdadero padre?
La situación estaba tensa, me cogió de las manos invitándome a que me sentara.
—Hija, esto es duro para mí, más de lo que tú te imaginas. —Se preparó un vaso de agua y se sentó a mi lado—. Llevábamos un año de casados, éramos felices (o eso creía yo), se celebraban las fiestas del pueblo, y un día llegaron unos soldados, decían que venían de América, desembarcaron en la ciudad. Tu madre era joven, guapa muy atractiva con unos grandes ojos color verde, los mismos que has heredado tú —Le costaba encontrar las palabras, bebió un sorbo de agua y continuo—. Aquella noche yo me pasé con el alcohol, —se queda pensativo, le cuesta sacar todo lo que durante tantos años le ha atormentado—. Me fui y tu madre se quedó en la fiesta. Cuando desperté al día siguiente ella no estaba en casa.

Desesperado la fui a buscar. —Yo estaba atónita ante las plabras de mi padre—. La encontré en la pensión del pueblo, había pasado la noche con el soldado. Le dije que volviera a casa, pero aquello no acabó, continuaron escribiéndose cartas de amor, en una de ellas le mando la fotografía que ahora tienes en tus manos. —continua—. Habían pasado tres meses, el soldado regresó a su tierra, pero dentro de tu madre ya estabas tú creciendo. —¿Y qué pasó padre?—. Qué iba a pasar hija, la perdoné, yo estaba locamente enamorado de tu madre; aquello quedó en secreto entre los dos, a todas luces tú eras mi hija. —Lo abracé con todas mis fuerzas, —continuó—. Yo sé que nunca olvidó aquella fugaz aventura, pero le prometí que velaría por ella y por ti, que ya no habría más preguntas, ni más reproches. Ahora al ver la fotografía han venido tantos recuerdos a mi memoria…
Hice ademán de romper la foto, no me dejó, me dijo que aquel hombre era mí verdadero padre y aunque fue un secreto muy bien guardado yo tenía derecho a conservarla.
—Padre, le dije, el único padre que he tenido y tengo eres tú, tú has sido el que me has criado, el que lo has dado todo por mí, renunciando hasta tu propio orgullo mal parado.
Rompí la foto en mil pedazos y me abrace a mi padre.